VIERNES 2

El Colectivo Cultural Pehuajense da inicio a Pehuajó Estación Cultural, alrededor de las 22 hs. Suben al escenario, cuentan quienes son, por que lo hacen, por que eligen ese lugar.

Debuta con el tango, Erika Nuñez, una amiga de Buenos Aires.

Dario y Antonela la acompañan por un tiempo bailando y luego quedan solos ahí arriba,, se escucha a Piazzolla, el desplazamiento de los jóvenes bailarines deslumbra, la piel se eriza.

Sobre el asfalto aparecen Marta y Julio, bailarines de larga trayectoria nos regalan su danza.

Olifa, Lucas, Garra y Martita desde arriba del escenario comienzan con una delicada percusión, en el aire flotan las palabras de Galeano : Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta, contó. Dijo que había contemplado, desde allá arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. —El mundo es eso —reveló—. Un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tantas ganas que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca, se enciende.

En la calle, Tito y Jeza, se encargan de iluminarnos, de encender las antorchas y jugar con ellas.

Llega la hora de Mariángeles Betervide, que impacta, que nos regala su dulce voz, su sensibilidad, sus coplas.

Suben al escenario Fabián Villamil Grupo, integrado por tres musicos, se percibe algo cercano a la excelencia, la originalidad nos sacude

De repente, la noche deja de ser oscura para dar lugar a “Claridad”, una banda de reggae, integrada por amigos, compañeros, que colaboraron en todo momento. Hablan de lucha, hablan de la paz, sus melodías se entremezclan con la armonía de sus espíritus.

Por allá a lo lejos se ve un grupo de pibes, chicos, jóvenes, sonrientes, que quedan encantados, y no hacen más que pedirles que no se bajen nunca de ese escenario.

Así el primer día llega a su fin. (“la primera dosis”)